sábado, 12 de julio de 2025

Corrientes Club – Un trabajo para la inmensa periferia y un recuerdo para Miguel Vásquez

El Pituja me explica con entusiasmo y pedagogía lo que significa sumar vientos en la composición de las canciones de Corrientes Club. Lo señala moviendo el dedo, recorriendo una partitura imaginaria, de forma vertical y horizontal; como se le van multiplicando las posibilidades al haber sumado dos vientos en la banda. Le gustaría agregar dos vientos más de los que tienen ahora. A la vez que explica -con conciencia de la necesidad de reproducción de las condiciones materiales de existencia- que sumar más músicos es sumar personas a las que se les debe pagar como se debe. "Hay músicos que cobran incluso por ensayo. Y eso está bien. Si es lo que nos gusta, tenemos que tratar de vivir de esto". El Pituja es, lo que la ignorancia musical me permite, el hombre que hace los arreglos, el que compone la música de Corrientes Club. Además de ser uno de los letristas principales y co-frontman, con su voz y piano.

El Pituja me recuerda mucho a mi amigo Miguel Vásquez. En general, la música de Corrientes Club completa me lleva donde Miguel. Conocido por todos quienes lo quisimos como simplemente El Comunicador, se lo llevó un agresivo cáncer cuando muchos estabamos preocupados por la pandemia; nos enteramos tarde y dolorosamente de su muerte cuando el amigo Pley encontró un libro póstumo con sus poemas ("Fui lo que he sido"). Como buen poeta; heredero de Enrique Lihn, Jorge Teillier y Charles Bradley, cuando suena Corrientes Club, escucho a Miguel: 

"Egoísmos impasibles / putrefactas ambiciones / la autoestima acomodada / por la última chupá del mate / dígale mercado, dígale consumo / insalubres pretensiones en la avenida desesperada"

Versos de Miguel que perfectamente podrían estar sonando en canciones como en la metralleta lírica de Homónimo ("Todo artilugio dispuesto en la mesa / está sujeto a ser desintegrado / por orden expresa de algún condado") o en la suave y reflexiva Allá Erah ("Ni medio lleno ni medio vacío / un vaso frío al lado del río / sigue siendo el único alivio / pa los dolores, pa los líos de no encontrar el escrito / pero sigo, saco filo"). Miguel, El Pituja y Corrientes Club, operan y funcionan resonando en el intersticio de la vida cotidiana, en la pulsión de la existencia onda y el contexto social con su historia en permanente movimiento. 

Hoy Corrientes Club teloneó a Sly Hop, grupo de jazz fusión triphop que, armado con tres vientos, teclados, batería, bajo, scratch y rimas, plantean con compromiso una escena donde la experiencia sonora con oficio y sentimiento despuntan. Una escena de nicho, pero que podría estar presente sin complejos en escalas mayores. Ahí donde ya pisan fuerte los Matiah Chinaski, La Brígida Orquesta, La Orquesta del Viento, entre otras y otros. Pero en esta escala, donde venden navegao y sopaipillas para capear la fría noche de invierno en Bellavista (Sala Los Leones), todo es familiar, cercano y enlaza con una experiencia alejada de la presión mercantil de poner el beat y el arreglo ahí donde se espera que suene. Al contrario, acá el desencaje y el recorrido no esperado es lo que manda. El Pituja agrega que hoy incluso ganaron algo de plata con el show, y tenían un buen backstage que los esperaba con cervecitas antes de tocar. Lo dice con la serenidad y seguridad del que sabe que Corrientes Club es un proyecto maduro, con un segundo disco pronto a salir. Convencido de que está justo donde tiene que estar.

Corrientes Club nace el 2021 en la generosa periferia de la región Metropolitana. Completan la agrupación, Matías Reyes (bajo), Giogio Pellegrini (voz), Joaquín González (guitarra y voces), Gabriel Ateaga (batería), Tomás Rojas (DJ Oezy), Catalina Retamal (Saxo Tenor) y Daniel Marihuen (Saxo alto). Estos dos últimos, los que el Pituja (Esteban Retamal, piano, synte y voz), le gustaría multiplicar. Yo le digo, para darle más “masa sonora”. Sí, pero por, sobre todo, para tener más densidad y posibilidades de arreglos, me replica.

Seguramente no todos son de allí. Pero yo les imputo su origen a partir del lugar de dos de sus miembros (Matías y el Pituja): San Bernardo, al sur de la capital, fue desde principios del siglo XX la zona extra-muros del pequeño reino. Una zona particular y con historias interrumpidas. Con su Cerro Chena de vestigios incaicos, con sus dieciochos chicos en octubre, su maestranza de ferrocarriles, su gran plaza de armas, sus empresas que emularon un desarrollismo taylorista de la tumultuosa modernización latinoamericana. San Bernardo, marcada por la represión, con la presencia omnipresente de su regimiento militar, el ejemplo en vida de sus mártires como el sacerdote catalán Joan Alsina (“Por favor no me pongas la venda, mátame de frente porque quiero verte para darte el perdón", fulminando éticamente así a sus verdugos). San Bernardo como destino de la erradicación de poblaciones (“El Gran Plan”), que significó redefinir sus confines y confirmar la construcción de la ciudad neoliberal segregada, y luego con sus precarias viviendas sociales de los 90s. Así, San Bernardo acompasó sus desigualdades con habitantes que nunca eligieron caer necesariamente ahí, pero que, con el tiempo, comprendieron que había que hacer algo con toda esa existencia.

Matías, El Pituja y todos los Corrientes Club, creo que nacieron con la consciencia de estar relativamente lejos y lo suficientemente cerca. Principalmente cerca de ellos mismos. El internet y -antes- el cable, probablemente mitigaron una realidad donde ya "quedaban pocas viñas y cerros donde ir a camuflarse” (Daniela Catrileo, Piñén). Y en lugar de camuflarse, trajeron lo necesario para armarse y hacer música conectada con la vitalidad de la existencia, la amistad, el fracaso, el amor largo y el fugaz, el consumo recreacional y, de forma fundamental, la sensación imperecedera de estar creando algo significativo. Un sonido propio para la inmensa periferia que habitamos todos cuando lo que consideramos el centro no es más que un ilusorio espejismo. Una mala versión de la utopía negada, porque quizás la verdadera utopía es atreverse a construir con los materiales de la periferia.

A contramano de mi generación, que nos criamos con el parámetro del centro del norte-global-anglo, la periferia representaba aquello de lo que había que escapar o salir tan pronto se pudiera; por el contrario, Corrientes Club nos lleva a su terreno, a su propia fisura; con la fusión del rap, el funk y el jazz contemporáneo. Una amalgama improbable de producir cuando se está constantemente mirando para afuera. Eso bien lo sabía Miguel que, con toda su humana cordialidad, sabía que había que vivir y embarrarse en tiempo presente para tener posibilidad de atestar luego un verso. Eso de la quietud de escritorio no era lo suyo. Como no lo es tampoco para Corrientes Club.


>>>  Corrientes Club – Salida de emergencia [2025], primer single segundo disco (estreno en agosto 2025)

>>> Texto: Defamas 


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