martes, 31 de mayo de 2016

Pink Floyd: The Wall [1979]


Hace algunos años leí  “El túnel” de Ernesto Sábato. En él me llamó la atención cómo la metáfora del túnel  simboliza la vida como un proceso solitario e incierto, pero no exento de espacios (ventanas lo llama él) en el que nuestra vida se involucra con otras. Otro punto  que rescaté de esa metáfora es el túnel también refleja cómo los tiempos biológicos son los mismos que los psicológicos y espirituales . Es decir, sin importar qué tan oscuro sea el túnel o las pequeñas ventanas que tengamos, sabemos que llegaremos al final en algún momento.

El disco de Waters, Gilmour y compañía (para este caso el orden de los nombres no es casual) nos ofrece una metáfora un poco distinta a la de Sábato. El muro, más que una recta, es un círculo que nos encierra y protege del mundo exterior. Su construcción comienza en el mismo momento en que estamos conscientes de nuestra existencia social. Sus ladrillos se componen por las experiencias buenas y malas que tenemos, por lo tanto, refleja una paradoja clave de la vida moderna: Mientras más socializamos, más nos aislamos. En el muro no hay ventanas, porque no las queremos. Protección es la palabra clave.

Esta paranoia existencial que ilustra el muro es autodestructiva porque en algún momento el muro nos terminará encerrando por completo. Sin embargo, Waters, Gilmour y Cia, nos dan una luz esperanza. El muro se puede demoler y volver a construir constantemente. Es ahí donde creo que se encuentra la principal diferencia con el túnel de Sábato. La (re) construcción y demolición obedece a otros tiempos más allá de los biológicos.  La adaptación al cine de Alan  Parker refleja claramente en ese punto. }

En definitiva, The Wall nos enseña que nunca vamos a escapar de esa pulsión que tenemos hacia la soledad, pero lo importante es que siempre se puede comenzar de nuevo involucrando nuestra existencia con las de otros. Sólo de nosotros depende superar la paranoia de la protección y dar lugar al placer de autodestruirnos y recomponernos una y otra vez  hasta que lleguemos al final de nuestro túnel. 

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