martes, 1 de marzo de 2016

Transporta, seduce, libera. Joe Vasconcellos - Toque 1995





Transportarnos a la liberación que produce la noche, acogidos por el momento imparable de una percusión mental que remueve el sentir, desmembrando lo mejor y lo peor de nosotros mismos.

Sabes que cada palabra busca dar una estocada a nuestra conciencia oscura. Alguien nos vio y develó quienes éramos, haciéndose presente de noche, deambulando entre el deseo y la angustia del placer.

Nos enseñó el movimiento. Presos de sus sonidos, alegrías y miserias cotidianas, nos reflejó como prófugos de nosotros mismos, recorriendo cada parte de nuestro cuerpo, incitándonos a arrancar de la luz día.

Sus palabras seducen con una denuncia des-patronada. Aquí, todo está mal; todo tiene dos caras. Nos traicionamos diariamente. Se acabó la alegría o quizás nunca llegó. Pese a ello, todo es fiesta. Fiestas donde las pulsiones encuentran su espacio y se lo toman por completo. No hay protocolo que resista el descontento. Una rabia irresistible que sólo puede ser liberada al ritmo de las tumbadoras.

Los cuerpos se aproximan, se irritan y juegan, pidiendo más y más. La moral descarnada se apropia de las miradas y nos hacemos mágicos. Frente a frente, se inicia el rito de la fe. Todo es una manera extraña, 'una manera de amar'. La fe avanza en el pulso de los sonidos, trastocando una y otra vez la magia, aquella que libera, impulsando de manera suave el latir de la noche.

Entre tanto humo y sudor, todo se detiene. Deambulan camino a casa. Cuerpos testigos de un nuevo pleito con la luz del día. El cansancio se apropia de las lágrimas y recorre tu rostro. Nada fue real. Un vertiginoso paréntesis que te condujo del sin sabor a la magia del sonido natural.

En reposo, tu cuerpo sigue vibrando, pulsando el deseo de otra noche que acecha.

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