miércoles, 5 de diciembre de 2012

Dead Can Dance - Anastasis [2012]


01.11.2012

Carta Nº 2

"People once believed that when someone dies a crow carries their soul to the land of the dead.  But sometimes something so bad happens that a terrible sadness is carried with it, and the soul can't rest.  Then sometimes, just sometimes, the crow can bring that soul back to put the wrong things right."


-The Crow, 1994


Anastasis es la resurrección. Caminar y volver a respirar. Probar con los pies descalzos el sabor de la arena, recuperando por un segundo el vientre del cosmos. Renacer siendo un pájaro, un elefante, un dromedario o una luciérnaga. Una lágrima del cielo que vuela derredor al ovillo, guiada solamente por el susurro de los vientos... 

El amanecer de un ave mensajera, presa del destierro, resurgida entre los muertos para danzar a sus tambores. Revolcándose en las cenizas de Atenas, los Césares, los Santos, esfinges y dragones; viendo la eternidad como un solo momento. Una realización, no un hecho.

Esa resurrección que nos hace mirar al Sol hasta que los ojos se desangren; llegando tan alto como Ícaro, para caer en las profundidades donde comenzaron nuestros pasos. Recorriendo las entrañas de la conciencia, buscando la ceguera del último respiro. Esa pequeña muerte que espera al final del cuerpo amado…

Es aquel sueño en que nos fuimos de viaje. Donde dejamos atrás el cuerpo ancestral, desvaneciéndonos en la sinuosa tempestad de noches eternas. Entregando el pecho a los rugidos del mar; dispersándonos en el infinito sin comprender el umbral entre la vida y la vida…

Caer en la resurrección es penetrar en lo más profundo de la carne hacia la conquista del universo. Allí no hay tiempo, ni espacio, ni imágenes, ni medidas, ni memorias. Estamos solos frente un cuerpo mutilado. Una mirada perdida, unos brazos cansados, unas piernas inútiles, un torso roído por la estructura, una Tierra abandonada y una Era condenada a su ocaso. Sólo queda esperar el final de los tiempos.  

Todo nuestro pasado es testigo de nuestro presente, pero eso no cambiará nuestro futuro. El cielo se ha convertido en un patíbulo de estrellas, galaxias y planetas que vigilan expectantes el derrumbe de nuestro horizonte. A la distancia, sólo somos capaces de temer la caída del reloj, sin augurar la felicidad que atesora nuestra última esperanza: los muertos danzan en las calles, y las bestias se toman el trono de los libres... 

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