01.11.2012
"People once believed that when someone dies a crow carries their soul to the land of the dead. But sometimes something so bad happens that a terrible sadness is carried with it, and the soul can't rest. Then sometimes, just sometimes, the crow can bring that soul back to put the wrong things right."
-The Crow, 1994
Anastasis es la resurrección. Caminar y volver a respirar. Probar con los pies descalzos el sabor de la arena, recuperando por un segundo el vientre del cosmos. Renacer siendo un pájaro, un elefante, un dromedario o una luciérnaga. Una lágrima del cielo que vuela derredor al ovillo, guiada solamente por el susurro de los vientos...
El amanecer de un ave mensajera,
presa del destierro, resurgida entre los muertos para danzar a sus tambores. Revolcándose
en las cenizas de Atenas, los Césares, los Santos, esfinges y dragones; viendo la
eternidad como un solo momento. Una realización, no un hecho.
Esa resurrección que nos hace
mirar al Sol hasta que los ojos se desangren; llegando tan alto como Ícaro, para caer en las profundidades donde comenzaron nuestros pasos. Recorriendo
las entrañas de la conciencia, buscando la ceguera del último respiro. Esa
pequeña muerte que espera al final del cuerpo amado…
Es aquel sueño en que nos fuimos de viaje. Donde dejamos atrás el cuerpo ancestral, desvaneciéndonos en la sinuosa
tempestad de noches eternas. Entregando el pecho a los rugidos del mar; dispersándonos en el infinito sin comprender el
umbral entre la vida y la vida…
Caer en la resurrección es penetrar
en lo más profundo de la carne hacia la conquista del universo. Allí no hay tiempo,
ni espacio, ni imágenes, ni medidas, ni memorias. Estamos solos frente un cuerpo mutilado. Una mirada perdida, unos
brazos cansados, unas piernas inútiles, un torso roído por la estructura, una Tierra abandonada y una Era
condenada a su ocaso. Sólo queda esperar el final de los tiempos.
Todo nuestro pasado es testigo de nuestro presente, pero eso no cambiará nuestro futuro. El cielo se ha convertido en un patíbulo de estrellas, galaxias y planetas que vigilan expectantes el derrumbe de nuestro horizonte. A la distancia, sólo somos capaces de temer la caída del reloj, sin augurar la felicidad que atesora nuestra última esperanza: los muertos danzan en las calles, y las bestias se toman el trono de los libres...
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